Migración

La libertad tal y como la entendemos

Migración y redes transfronterizas

Mali, en el África Occidental, es una nación clave para los movimientos migratorios. Por ella transcurren rutas de larga tradición, tanto para la migración dentro del continente, como para el desplazameinto hacia países árabes. Ello se debe a la debilidad de la economía y a las tradiciones sociales de una cultura de la movilidad no vinculada al Estado-nación. Al igual que sucede en muchos otros países de África Occidental, en Mali impera la libertad de circulación, y los pasaportes o fronteras nacionales han perdido casi por completo su importancia tras el fin de la era colonial.

Mali es uno de los países más pobres del mundo. El salario mínimo de un trabajador no cualificado es de alrededor de 23.000 francos CFA (35 euros), el de un trabajador cualificado está en torno a los 50.000 francos CFA al mes. De las regiones desérticas al nordeste del país parten muchas de las caravanas clandestinas de migrantes que atraviesan el Sahara en pequeñas furgonetas con la intención de llegar hasta los puertos ocultos de la costa norteafricana. Al ser no sólo país de origen, sino también de tránsito para muchos migrantes de las regiones australes del África Occidental, Mali ha sido escogido por la política exterior europea como campo de pruebas para su gestión migratoria. Con esto se reanuda la actitud de la Francia colonial, que trata al África Occidental francófona y en particular a Mali como una zona económica especial. Desde que la mano de obra barata africana ya no es bienvenida en Europa, y el Acuerdo de Schengen puso punto final al acceso sin visado a Europa, Mali ha pasado a ser una prolongación de los suburbios, a la que se puede deportar el exceso de “sin papeles” procedentes de Europa. Y así sucede que los migrantes económicos deportados que llegan al aeropuerto de Bamako no sólo son de origen malí, sino que proceden también de los países vecinos.

El Centro de Información y de Gestión de la Migración en Mali tiene sus oficinas en Bamako, la capital; desde allí se elaboran modelos para un régimen migratorio selectivo en suelo africano, con el que se pretende retener a la mayoría de quienes pretenden migrar y permitir sólo a unos pocos el acceso al mercado laboral europeo. En esto, la UE se vale de asociaciones de autoayuda de deportados ya existentes, para aprovechar sus redes locales y regionales de apoyo y darse un toque de credibilidad. Pero hay redes solidarias, como la Association Malienne des Expulsés (AME), que se resisten a tales intentos de “promover la permanencia en el país” (“promotion du mieux être ici”). La AME es contraparte de medico international. Su trabajo no se limita a ofrecer ayuda directa a los expulsados en las fronteras del desierto malí y en el aeropuerto de Bamako, sino que está presente en la política interna del país en representación de los afectados. Ousmane Diarra, presidente de la AME, describió así ante el parlamento nacional la odisea migratoria del siglo XXI y la indefensión de cientos de miles de personas presas entre la pobreza estructural y la inmovilidad forzosa: “Una vez de regreso en nuestra patria y registrados ante la policía de frontera, nos encontramos totalmente desprotegidos. Tras pasar muchos años en otros lugares, se deja a la persona deportada completamente abandonada. La mayoría de nosotros dejó atrás a su mujer, sus hijos y todas sus posesiones materiales. La emergencia se ha convertido en parte integrante de nuestras vidas. Nos encontramos de nuevo en Mali y pensamos en nuestras vidas, quebradas en otros lugares. El éxodo rural, seguido por la emigración, ha conducido a muchos de nuestros jóvenes hermanos y hermanas a las rutas del desierto. Cuando no se ahogan en el mar, vuelven los migrantes como expulsados después de sufrir largos periodos de cárcel, abusos, agresiones y hambre. Se ven desplazados de frontera en frontera hasta terminar abandonados en el norte de Mali. Y así, abandonados, viven sin nada, como en el infierno”.

La red pro derechos de los migrantes en África Occidental tiene muchas facetas. La AME, en su condición de grupo de autoayuda de antiguos deportados, en Bamako se ocupa de los migrantes deportados que llegan cada tarde al aeropuerto a bordo de vuelos procedentes de Europa. Al mismo tiempo, la organización intenta reaccionar ante la creciente presencia del régimen migratorio europeo en la región y opone un modelo de solidaridad transnacional, ante la intensificación de los controles fronterizos en una región, el Àfrica Occidental subsahariana, en la que anteriormente se circulaba libremente sin visado. Junto con otra contraparte de medico, la Association Mauritanienne des Droits de l’Homme (AMDH), y en estrecho contacto con defensores de los derechos humanos en el nordeste de Marruecos, la AME trabaja en la creación de una red transnacional de solidaridad. El objetivo no es sólo ofrecer ayuda puntual de emergencia a los expulsados o establecer cooperaciones directas (como en la zona fronteriza entre Mauritania y Mali, donde cada día se atiende a personas abrasadas por la sed), sino establecer un contrapeso público por los derechos de los migrantes mediante talleres de alcance internacional y actividades de protesta. En Bamako, además, la AME realiza una labor de cooperación al desarrollo muy particular: por medio de su asesoramiento se fundó la Association des Refoulés d’Afrique Centrale au Mali (ARACEM), un grupo de autoayuda para expulsados procedentes de países centroafricanos (Camerún, los dos Congos, República Centroafricana, Chad, Gabón), con el objetivo de ofrecer los medios indispensables (agua, medicamentos, alimento) a los cientos de migrantes que se ven atrapados. medico ofrece también su ayuda en esta fase de transición.

Nuestra red de contrapartes en África Occidental empieza a organizarse. Todavía carecen del personal y los recursos suficientes para poder atender siquiera a una fracción de las muchísimas personas deportadas por avión, atrapadas en pleno desierto en las fronteras interafricanas o capturadas frente a las costas meridionales de Europa. Pero han dado un paso muy importante: los “sin voz” empiezan a hablar y exigen de manera perceptible sus derechos ante sus propios gobernantes, quienes a menudo se muestran excesivamente complacientes con Europa. Su crítica no se limita a la inhumanidad del régimen fronterizo europeo. En vista del tránsito global de mercancías y de la política económica neoliberal europea, exigen por su parte la plena libertad de residencia y de circulación, también en Europa.

Publicado: 03. noviembre 2011

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