Tiempos de falsedades

Entrevista con el Padre Osvaldino, quien organizó protestas contra la minería de uranio en Caetité, Brasil

¿Qué lo impulsó a usted, como sacerdote, a enfrentarse a la explotación a cielo abierto del uranio en su región?

Me ocupo hace seis años de las consecuencias dañinas de la minería de uranio en mi comunidad. Y puedo comprender perfectamente bien la indignación de las personas, ya que provengo de esta misma región, de una familia campesina. La contaminación del agua potable constituye una amenaza intolerable para la existencia campesina.

Los operadores de la mina de uranio hicieron muchas promesas a los habitantes de la región. ¿En qué quedó todo esto?

Prometieron el oro y el moro: actividades para los niños, una remuneración justa, riqueza para todos. Y cuando se iniciaron los trabajos, todo resultó una mentira. Las personas perdieron los medios de subsistencia con los que contaban, pero no tuvieron acceso a otros nuevos. Los pocos puestos de trabajo ofrecidos por la mina de uranio consisten en un duro trabajo físico y conllevan enormes riesgos para la salud. En lugar de la felicidad prometida llegaron grandes máquinas. Las voladuras diarias sacuden a toda la región. Y entonces las esperanzas se transformaron en consternación. Y de la consternación surgió un sentimiento de impotencia. Puede reconocerse en la mirada de las personas. Esta impotencia la considero una enfermedad social. Muchas de las personas aquí están enfermas y depresivas, porque se sienten impotentes y sin esperanzas. Ya no cuentan con fuerzas suficientes para reaccionar.

¿Qué puede usted hacer para contrarrestar esta situación?

La iglesia puede ser un espacio de empoderamiento. Un lugar donde es posible amar a los pobres, estar a su servicio y participar de su liberación. Soy feliz al asumir esta tarea, aunque a veces me siento solo. Me dicen que la defensa del medio ambiente es solamente una utopía y romanticismo puro, y que los grandes movimientos sociales ya son cosa del pasado. Pero los problemas no han sido solucionados, sino todo lo contrario. La explotación es cada vez menos transparente. Estos tiempos modernos son tiempos de falsedades, en los cuales la realidad se oculta y no se da a conocer a las personas.

¿Cuál es el balance provisional del conflicto en torno a la mina de uranio?

Ha aumentado enormemente la conciencia de la población en Caetité sobre los peligros de la explotación de uranio y por consiguiente de la energía nuclear. Antes nos dejábamos llevar por la publicidad de la empresa. Nos llevaban una gran ventaja con su propaganda sobre los avances. Pero hoy es completamente diferente. La mayoría de las personas en la región es hoy consciente de que la empresa viola masivamente el derecho humano a la salud y a un medio ambiente limpio. Actualmente, le llevamos la delantera a la empresa.

¿Y cómo ocurrió esto?

El momento decisivo ocurrió en el año 2011. En aquel tiempo logramos detener por varios días un transporte de material radioactivo, con el apoyo de más de 2.000 personas. Ése fue nuestro mensaje contra la impotencia. Desde entonces, hemos despojado a la mina de uranio de su monopolio en temas de veracidad e información. Y eso constituye un gran éxito. Pero no hemos logrado nada en cuanto a nuestras demandas concretas. No existe una indemnización adecuada para las 26 familias que viven directamente al pie de la mina de uranio a cielo abierto y que deben retirarse de allí sin falta. El operador se niega a acceder a nuestra exigencia sobre un suministro regular de agua potable garantizadamente limpia. No existe un estudio epidemiológico de un instituto independiente sobre las consecuencias para la salud de la población y de los trabajadores de la mina. No existe ninguna investigación digna de crédito. Las personas tienen derecho a una información correcta y a saber qué tipo de agua beben y qué aire respiran.

Publicado: 31. mayo 2013

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