Gaza

Sobre la paz perpetua

28 oct. 2025   Tiempo de lectura: 8 min

Cuando un personaje como Donald Trump promete “paz duradera” para Gaza, unx debe observar esto con cautela. Por Riad Othman

Cuando un personaje como Donald Trump promete “paz duradera” para Gaza y para ello cuenta incluso con el apoyo del maquiavélico Benjamin Netanyahu, prófugo buscado por crímenes contra la humanidad, unx debería observar esto con cautela. De este modo, muy rápido se haría evidente que no importa si se negocia la fase 2 o 3 de este plan, ni tampoco los objetivos concretos del mismo: todo esto tiene poco o nada que ver con lograr la paz para la población palestina. Más bien debemos temer que lo que se busca es una pacificación por medios violentos en interés de Israel, así como la continuación del sometimiento de la población en Palestina bajo un protectorado de orígenes cuestionables, que podría revelarse como una solución provisional pero establecida a largo plazo, tal como los Acuerdos de Oslo, que si bien llevaron a resultados, ninguno de ellos fue la paz. Lo mismo ocurrirá en Gaza, pero bajo circunstancias muchísimo más difíciles. 

En Gaza finalmente entró en vigor un cese al fuego que, como era de esperarse, registra violaciones recurrentes. No obstante, la importancia del mismo no puede subestimarse, ya que marca una diferencia entre –literalmente hablando– vivir o morir para un mínimo de 15 y un máximo de 150 personas cada día, si se consideran las cifras promedio de asesinatos por parte del ejército israelí durante el genocidio en contra de la población de Gaza en las semanas recientes. Obviamente, esto se refiere tan sólo a las víctimas mortales de violencia militar directa. Las víctimas indirectas, que han fallecido a causa de la erradicación sistemática de las condiciones de vida y de la destrucción del sector salud, no son consideradas en estas cifras, así como tampoco los miles de cadáveres sepultados bajo los escombros. 

Alivio e incertidumbre en Gaza 

Naturalmente existe un alivio generalizado en Gaza por el hecho de que, al menos, los asesinatos en masa parecen haber llegado a su fin. Nuestrxs compañerxs en el lugar expresan opiniones diferentes entre sí: mientras que uno ve la situación del mejor abastecimiento de alimentos y de la caída de los precios con un optimismo cauteloso, sobre una compañera se cierne una nube oscura: ahora, cuando ya no tienen que temer por sus vidas de manera permanente; ahora que no reciben cada noche con la incertidumbre sobre si estarán vivxs a la mañana siguiente, ella cae en cuenta de la magnitud en que han sido destruidas sus vidas. La destrucción tiene un carácter existencial y no hay cese al fuego en el mundo que pueda deshacer el daño que ya está hecho; no hay ningún acuerdo que vuelva a poner las casas en pie, ni que haga florecer los campos contaminados por una cobertura de polvo gris. Ninguna promesa de construcción de una riviera le devolverá la vida a lxs muertxs. Y sin embargo, lo más importante en este preciso momento parece ser que lxs supervivientes, aún con lo contradictorio de sus emociones que van de la desesperación a la esperanza, tienen la voluntad de querer reconstruir sus hogares. 

Sin embargo, justo esto se convertirá en un problema, a juzgar por la experiencia histórica y también por lo que se sabe de los planes de Trump y Netanyahu. Tras ninguna de las devastaciones previas de la Franja se pudieron reparar completamente todos los daños ocasionados por la guerra. Desde hace aproximadamente veinte años, la importación de materiales de doble uso –es decir, militar y civil– está sometida a regulaciones más estrictas. El gobierno de Israel fue mucho más allá de las listas comunes basadas en estándares internacionales como el Acuerdo de Wassenaar. Después de los devastadores ataques sobre Gaza en 2014, las Naciones Unidas ni siquiera fueron capaces de introducir las tablas de madera necesarias para la reparación de puertas interiores de los domicilios, pues estas rebasaban cierta longitud establecida. Por supuesto, la autoridad de ocupación israelí consideraba ya desde hacía años al cemento y al acero de construcción entre los bienes de doble uso, regulaciones estrictas que siempre encontraban justificación en los “intereses legítimos de seguridad de Israel”. 

En otras palabras, el gobierno israelí logró entorpecer el trabajo de organizaciones de ayuda y hacerle la vida difícil a la población palestina, mientras que Hamas de todos modos logró conseguir los materiales necesarios para la construcción de sus túneles por otras vías. Sin embargo, contrario a lo que ha afirmado el gobierno de Israel en repetidas ocasiones, estos materiales no pudieron tener su origen en los proyectos de reconstrucción de organizaciones internacionales, sino que provenían del libre mercado o del mercado negro. A pesar de ello, cada proyecto de ayuda que necesitara importar materiales de construcción como cemento, acero, madera de construcción o materiales similares, sólo podía hacerlo con la autorización previa de Israel. Para siquiera poder solicitarla, la administración de ocupación isaelí COGAT exigía, entre otras cosas, los planos de construcción, el desglose pormenorizado de los materiales requeridos, así como las coordenadas de GPS del lugar de construcción. Sin estos datos, era simplemente imposible hacer llegar los materiales de construcción como parte de la organización de la ayuda para Gaza. Entretanto, con las nuevas reglamentaciones israelíes es de temerse que se seguirá limitando el acceso a las ONGs internacionales, cuando no negado por completo, si es que estas no se comportan al gusto del gobierno israelí. 

El deseo legítimo de seguridad por parte de la población palestina bajo la ocupación –o, dicho de otra manera, bajo un estado de sitio permanente– no fue en absoluto relevante. El derecho a la autodeterminación y la necesidad de seguridad después de repetidas campañas militares –que nunca fueron dirigidas únicamente en contra de grupos militantes en Gaza, sino siempre y en mayor medida también contra la población civil– juegan, cuando mucho, tan sólo un papel retórico bajo las circunstancias actuales. 

¿Tropas internacionales?

Los Estados de la región que habrían de respaldar el nuevo acuerdo ya han sido engañados: la última versión publicada del texto difiere de lo que Trump había acordado con Egipto, Catar y Turquía, pues el gobierno israelí pudo introducir cambios posteriores en su interés. Si bien Israel no ve con buenos ojos la idea del emplazamiento de tropas internacionales en Gaza, no se atreve a oponerse públicamente a Estados Unidos, mientras que la oposición en Israel, que suele ser presentada en Occidente como una fuerza moderada, presiona al gobierno argumentando una pérdida de control en Gaza. Con el ingreso de tropas internacionales por gracia de Trump, se volvería más difícil para el ejército israelí seguir comportándose como lo hace hasta la fecha, por ejemplo en Líbano, a pesar del cese al fuego que rige desde hace casi un año: según datos de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano (UNIFIL) y del Ministerio de Salud de este país, desde la entrada en vigor del cese al fuego han fallecido 270 personas y 850 han resultado heridas a causa del disparo de 950 proyectiles y de 100 ataques aéreos. Los constantes ataques israelíes en contra de cascos azules de la ONU demuestra que ni siquiera la presencia de tropas internacionales puede garantizar la paz. En Gaza podría ocurrir algo así. 

También Hamás podría expresar disgusto ante la posible presencia de otra fuerza del orden. Desde el comienzo del cese al fuego, el grupo ha retomado el control y, si bien la situación del orden público ha mejorado, su regreso ha venido acompañado de violaciones a los derechos humanos e incluso de ejecuciones extrajudiciales. Víctimas de ello son personas a quienes se acusa de colaborar con Israel o de haber participado en saqueos con el respaldo del ejército israelí, en los que habrían asesinado también a palestinxs. Entretanto, el renombrado Gaza Community Mental Health Programme reporta que hombres armados, posiblemente miembros de Hamás, han obligado al personal y a pacientes de la institución, a punta de pistola, a desalojar su edificio para, sin más, alojar a sus propias familias ahí. Queda esperar que, sea cual sea el escenario futuro, este tipo de arbitrariedades llegue a su fin. 

La población de Gaza sólo puede esperar no seguir siendo sacrificada en medio de los intereses de los distintos actores del conflicto; sus derechos –especialmente el derecho a la autodeterminación– no han encontrado hasta ahora expresión en la materialización de las reflexiones en torno a la “paz perpetua” de Trump. Más bien, cabe temer lo siguiente: “No debe considerarse un acuerdo de paz aquél que se haya celebrado bajo reserva secreta del material para una futura guerra pues, en cuanto tal, no sería más que un simple cese al fuego, un aplazamiento de las hostilidades, pero no una paz que signifique el fin de las mismas, y a la cual ponerle el calificativo de perpetua no sería más que un pleonasmo sospechoso”. Esto lo escribió Immanuel Kant, en su escrito “Sobre la paz perpetua”. Hasta la fecha, los planes no parecen reflejar un algo que merezca ser denominado como acuerdo de paz. 

Residiendo en Berlín, Riad Othman trabaja desde 2016 como experto en Oriente Próximo para medico internacional. Anteriormente fue director de la Oficina de medico para Israel y Palestina. 


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