Sudáfrica

Relevantes para el sistema

El largo aliento ha rendido frutos: en medio de la pandemia, l@s Community Health Workers han conquistado un gran logro en la lucha por los derechos y el reconocimiento. Por Usche Merk.

La pandemia de COVID-19 ha impactado fuertemente a Sudáfrica, pero de ningún modo a todo el territorio ni a tod@s en igual medida: en los barrios pobres, la tasa de mortalidad por COVID-19 es doblemente más alta que en los barrios ricos. De un estudio de anticuerpos se desprende que el número de infecciones entre sudafrican@s negr@s es cinco veces mayor que entre blanc@s; otro estudio muestra que las mujeres negras pobres han sufrido las mayores pérdidas socioeconómicas y en términos de salud; al mismo tiempo, recayó muy frecuentemente sobre sus hombros el cuidado de niñ@s y enferm@s, así como luchas por la supervivencia. Por si fuera poco, padecieron de manera creciente la violencia patriarcal y sexual.

Sin embargo, la pandemia en Sudáfrica ha dado visibilidad a una problemática que normalmente había permanecido oculta: las trabajadoras de la salud en las comunidades han sido y son quienes, ante todo, han procurado que las personas en los barrios marginales puedan protegerse frente a la COVID-19, al menos de manera rudimentaria; que enfermedades como VIH, tuberculosis o diabetes sean atendidas y los refugios ante violencia sexual permanezcan accesibles. L@s Community Health Workers (CHW), en su mayoría ellas mismas mujeres negras y madres solteras que viven en situación de pobreza, conforman la base del sistema de salud; mujeres cuyas vidas están marcadas frecuentemente por la enfermedad, la violencia y la necesidad, que realizan el trabajo de cuidado tanto en casa como en el vecindario y se ocupan de procurar la atención sanitaria elemental. Aún durante el confinamiento estricto organizaron, fungiendo como “línea del frente” del combate estatal de la pandemia, el trabajo informativo, el rastreo de contactos y el cuidado de l@s enferm@s. No obstante, al mismo tiempo tanto sus derechos como su seguridad fueron pasados por alto: sin preparación, sin suficientes cubrebocas ni otro equipamiento de protección, el Ministerio de Salud las envió “al frente”; además sin una remuneración adecuada ni protección en caso de enfermedad.

Derechos que deberían ser obvios

Desde hace casi diez años, las mujeres comenzaron a organizarse en contra de la falta de derechos. Le declararon la guerra a la explotación y a la invisibilidad y ahora, en medio de la pandemia, han alcanzado un logro impresionante: en Julio de 2020, el Ministerio de Salud de la provincia de Gauteng (que incluye las metrópolis Johannesburgo y Pretoria) anunció el ofrecimiento de una contratación fija a l@s casi 8 mil 500 Community Health Workers en la provincia. Esto no ocurrió por sí solo, pues el Ministerio terminó siendo forzado a ello por un juicio del Tribunal Laboral, impulsado por mujeres en 2018: personas que hayan estado empleadas bajo encargo del Ministerio durante más de cinco años, no podrán ser consideradas ayudantes voluntarios ni ser despachadas con la renovación de contratos de corta duración. Tomó dos años más y la caída en una dramática pandemia para que la decisión haya sido puesta en práctica; esta, sin embargo, ha transformado radicalmente la vida de las trabajadoras de la salud en Gauteng: su salario se incrementó a más del doble y ahora, por primera vez, son atendidas también en caso de enfermedad. Además, ahora poseen derechos tales como días de vacaciones y de capacitación, días de maternidad pagados y otros derechos laborales que deberían ser obvios.

"Esta lucha no ha sido fácil", escriben l@s representantes del Foro de Community Health Workers de Gauteng en su boletín, "la hemos ganado con dedicación y sacrificio. Algunas de nuestr@s compañer@s aún no tienen contrato, otr@s fallecieron antes de poder ver este hito y much@s fueron víctimas de abusos y trato injusto por parte del Departamento de Salud y fueron despedid@s". Y, prosiguen, esta lucha continuará hasta que se reincorporen las despedid@s en el transcurso de este proceso y que también se contraten las más de 50.000 Community Health Workers de otras provincias. "Nuestra victoria llega en medio de la pandemia y, por tanto, en una situación de gran peligro. Pero será una victoria vacía si no defendemos a l@s Community Health Workers y a nuestras comunidades contra Covid".

Las partes invisibles del triunfo

¿Qué significa el hecho de que mujeres marginalizadas, que viven a grandes distancias entre sí y con la responsabilidad de hacerse cargo de grandes familias, se reúnan para llevar adelante una lucha política de la cual nadie quiere oír? ¿Y qué representa para medico apoyar un proceso de estas características? En un libro conmovedor, escrito por las fundadoras del Foro de CHW en Gauteng con apoyo de la organización contraparte de medico Khanya College, pueden leerse relatos de mujeres sobre su vida y de cómo se volvieron Community Health Workers: historias brutales acerca de la vida de mujeres negras en condiciones de pobreza entre apartheid, explotación y violencia patriarcal. Experiencias de injusticia y la grave enfermedad del SIDA entre sus familiares cercanos, pero también la ausencia de otras posibilidades de ingreso, las llevaron a convertirse en trabajadoras de la salud; un trabajo que, a muchas de ellas y a pesar de todas las dificultades, las llena de orgullo. “A veces es muy difícil, pero en la comunidad se nos respeta, porque siempre estamos verdaderamente ahí para ella”, escribe una colega mayor.

A partir de destinos individuales se construyó una experiencia compartida; las mujeres intercambiaron historias en la esquina de la calle, a la sombra de un árbol, en el estacionamiento de la clínica, algunas veces en largas veredas, con miedo frente a los celos de sus esposos y preocupadas por l@s niñ@s que las esperaban en casa. Así dio inicio un proceso para cambiar algo juntas. Trabajadoras de ONGs como Khanya College las escucharon y apoyaron, ya sea con tarjetas de teléfono, información o dinero para traslados; organizaron talleres de autoorganización, política sanitaria y derechos laborales. Así, las Community Health Workers empezaron a desplazarse, en pequeños autobuses públicos o a pie, de clínica en clínica, para hablar con colegas empleadas allí y convencerles para formar comités por sí mismas e ingresar en un foro colectivo. “Cada mujer miembro es una organizadora. ‘Each one teach one’, decimos nosotras, cada una le enseña a la otra, porque ninguna dispone de mucho tiempo”, relata una fundadora del Foro CHW en Gauteng.

Así, gradualmente, las mujeres aprendieron a organizar procesos democráticos de toma de decisiones y de representación, a tratar conflictos internos, a realizar acciones de protesta, a defenderse frente a funcionarios arrogantes y la brutalidad policiaca, así como a lidiar con sindicatos en busca de ganar miembros, pero que no estaban dispuestos a hacer nada para apoyarlas. Organizarse de manera independiente es un proceso largo y agotador, pero marcado por la empatía y la solidaridad. La situación particular de ser mujeres significa que en ningún caso se trata únicamente del trabajo de cuidados profesional, sino que los comités, talleres y campañas de protesta son, a su vez, tiempos de cuidado mutuo.

Una red que llega hasta Frankfurt

Estos procesos han recibido durante años el acompañamiento de una red de diversas organizaciones contrapartes de medico: Khanya College, Sophiatown Community Psychological Services, Section 27, Sinani, People’s Health Movement y Wellness Foundation. Para ellas, la solidaridad representa más que la realización profesional de las tareas, capacitaciones y asesoría política y legal. Solidaridad significa pensar las perspectivas y necesidades de otr@s, escuchar cuando las mujeres sufren de enojo, desesperación o maltrato, pues sus protestas no han sido atendidas, sino brutalmente reprimidas; a su vez, encontrar soluciones prácticas cuando se necesitan más tarjetas telefónicas o cuando se requiere organizar la ayuda legal. 

A su vez, las colegas de las ONGs se reemplazan mutuamente cuando es necesario, pues la vida cotidiana en Sudáfrica, especialmente en una pandemia, resulta agotadora. Las luchas por el trabajo de cuidados debe también tener en cuenta a l@s “wounded carer”, es decir, a l@s cuidador@s herid@s. Para medico, la solidaridad con esta lucha significa también comprometerse en la dinámica heterogénea de ONGs y organizaciones autogestivas, un proceso intenso e imprevisible que frecuentemente no coincide con la lógica de proyectos cofinanciados, planeados durante muchos años. Sin embargo, solicitar fondos al Ministerio Federal de Cooperación Económica y el Desarrollo (BMZ, por sus siglas en alemán), para así poder poner los medios necesarios a disposición de las organizaciones contrapartes y, al mismo tiempo, acompañar el proceso de tal manera que este persiga las necesidades de la lucha política y social y no se vea interrumpido por requerimientos inflexibles, requiere también la presencia de interlocutor@s solidari@s con ideas inteligentes del lado del BMZ. A su vez, exige del apoyo recíproco al interior del equipo de medico, en caso de que alguien llegue al límite de sus capacidades o se impaciente frentes a los reportes y las cifras. Por ello, la victoria de las trabajadoras de la salud en Gauteng es de carácter colectivo y amplio, en la que incidieron muchas mujeres maravillosas y también algunos hombres. La alegría es compartida.

Un ejemplo para otras luchas

La experiencia central de las trabajadoras de la salud es, a su vez, una vieja lección heredada de la lucha contra el Apartheid: las demandas no se cumplen convenciendo a l@s poderos@s de la corrección ética y moral de nuestra posición, “sólo se cumplen gracias a la fuerza y la valentía de nuestra acción, de una lucha común para romper con la lógica de esta sociedad injusta y construir una nueva”, explica una activista del People’s Health Movement (PHM). Inspiradas por el triunfo de sus colegas en Gauteng, las trabajadoras de la salud en la Provincia Cabo Oriental también han exigido contrataciones fijas al Ministerio de Salud local. Al no recibir respuesta alguna, se movilizaron a las afueras del Ministerio y exigieron un diálogo; sin embargo, las autoridades enviaron a la policía, que dispersó a las mujeres disparando balas de goma. Desde entonces, su determinación en la lucha ha crecido. Con el caso de Gauteng como precedente, ellas buscan demandar condiciones dignas de trabajo en todas las provincias frente a tribunales, así como fortalecer las organizaciones autogestivas. Para ello, cuentan ya con amplio respaldo. Grandes redes de la sociedad civil levantaron la voz frente a su desalojo y llamaron a la solidaridad.

En el transcurso de la pandemia han surgido nuevas y sólidas alianzas de actores de la sociedad civil. Casi desde el comienzo de la misma, más de trescientas ONGs se han unido en torno a la “C19 People’s Coalition”, la que desde su creación se ha convertido en una fuerte voz en la lucha por la justicia en el combate de la pandemia de COVID-19. Esta, así como las luchas de las trabajadoras de la salud han señalado tanto las posibilidades como la necesidad de un movimiento por la salud desde abajo, que luche por un sistema de salud con acceso igualitario a la prevención y a los cuidados: un movimiento que supervise a l@s responsables y luche contra la política neoliberal que, aún en medio de la pandemia, ha reducido el presupuesto para la salud. Las trabajadoras de la salud y la red de ONGs han acordado continuar con el trabajo conjunto. Su primer objetivo: una campaña de vacunación desde abajo. Su visión: un movimiento por la salud de base a nivel nacional, que rompa con la lógica global de la desigualdad económica, política y de género. medico continuará apoyando de manera solidaria este proceso, que apunta mucho más allá de las fronteras de Sudáfrica.

Publicado: 12. mayo 2021

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