Entrevista

La solidaridad debe mantenerse crítica

Nicaragua se ha convertido en una dictadura. ¿Qué queda de la revolución de antaño? Una conversación con el colega saliente de medico Dieter Müller.

En un texto de tu autoría del año 2009 con motivo del 30 aniversario de la Revolución Sandinista citas a la ex-guerrillera Dora María Téllez: “Yo no creo que la revolución se haya perdido. Con el paso del tiempo, cada vez estoy más convencida de que fue una revolución exitosa, pues arraigó en la cabeza de l@s nicaragüenses la certeza de que tienen derechos: derechos humanos, políticos y sociales”. ¿Podrías sostener esta afirmación aún en la actualidad?

Absolutamente. Muchas personas a las que he conocido gracias a proyectos de medico, como por ejemplo el proyecto de la comunidad El Tanque, mantenían esa postura fundamental: en la revolución, ell@s desarrollaron autoestima, fortaleza y autonomía, valores que persisten hoy en día. Sin embargo, en vista de los errores del partido sandinista yo me pregunto si alguien rememorará la revolución en términos positivos en el futuro, tal y como lo hizo Dora María. Las generaciones que siguieron a la de ella están cada vez más hartas de la glorificación de Ortega; actualmente, la revolución se asocia inmediatamente con un templete gigantesco lleno de flores y reverencias. Esa no es la imagen que describió Dora María en aquel entonces, sino la de una élite arrogante, que ya nada tiene en común con l@s revolucionari@s de antaño.

Vayamos a unas décadas atrás. Cuando medico inició sus actividades en Nicaragua, el concepto de “ayuda a la liberación” ocupaba un lugar preeminente. ¿Cuál era el significado de este concepto?

Los triunfos de los movimientos de liberación en el continente africano provocaron un espíritu de optimismo, que también fue fundamental para medico durante mucho tiempo. En aquel entonces, el trabajo estrecho con el nuevo gobierno giraba en torno a alcanzar el objetivo común del derecho a la salud y llevar a la práctica el significado de la atención primaria de la salud. En 1979, cuando la revolución ya había triunfado y el país se había liberado de una dictadura brutal, ya era claro que, también aquí, el sector de la salud se convertiría en un factor central en la construcción de un nuevo Estado. El Ministerio de Salud de Nicaragua nos solicitó ayuda. Dado que en el norte del país la guerra frente a los Contras inició en forma relativamente temprana, a medico le correspondería ayudar en el sur, en el Departamento Río San Juan, para hacer del principio de salud para tod@s una realidad tangible. Esto significaba la creación de módulos de atención médica en los pueblos, así como de centros de salud y un hospital de distrito en la cabecera departamental. Además, debía construirse también una escuela para enfermer@s en San Carlos, para la capacitación del personal local. Todo esto pudo llevarse a cabo, en parte también gracias a la masiva solidaridad internacional.

En 1990 ocurrió un giro decisivo: El FSLN perdió las elecciones frente a una coalición electoral apoyada por Estados Unidos. 

Sí, y con ello pasó lo que temíamos: el modelo de base de una atención y procuración de la salud centrado en las personas perdió su carácter prioritario. Nosotr@s no pudimos continuar con nuestro trabajo en colaboración con el Estado y, en último término, tampoco queríamos ser parte de una simulación. Por ello, nos marcamos un nuevo rumbo, encaminado a apoyar a aquell@s que, bajo estas nuevas condiciones, siguen luchando por justicia social, igualdad y derechos humanos. Un ámbito importantísimo de esto fue la salud femenina, pues el gobierno sandinista anterior no había establecido los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en las leyes de manera vinculante. Ya en aquel entonces, algunos sectores del movimiento sandinista de mujeres habían comenzado a organizarse y a articularse de manera independiente al partido y a sus estructuras patriarcales. En este contexto surgieron organizaciones con las que, al menos en parte, cooperamos durante mucho tiempo. Los temas abarcaban desde asistencia al parto hasta diversas ofertas de ayuda psicológica, en las que se tematizaban también asuntos de violencia intrafamiliar y sexual.

Otro punto de inflexión fue el huracán Mitch, que ocasionó enormes daños en 1998.

La gente en el lugar sabía sobre nuestra experiencia con enfoques integrados: que en una catástrofe no se trata únicamente de repartir paquetes de alimentos y construir albergues de emergencia. Cuando l@s supervivientes nos preguntaron si estaríamos dispuest@s a ayudarles a ocupar tierras y empezar desde cero, dijimos inmediatamente que sí. La gente necesitaba un nuevo entorno vital: vivienda, agua potable, salud, educación, ayuda psicosocial; se trataba, pues, de una transformación completa. En este proceso surgió la comunidad El Tanque, cuya cooperativa también sigue existiendo hasta hoy. A pesar de todo tipo de presiones, la gente no está dispuesta a vender sus tierras a la industria de la caña de azúcar y del maní pues, en su opinión, son precisamente sus tierras las que hacen posible un futuro distinto para ell@s y para sus hij@s.

El FSLN volvió al poder en 2007. ¿Tenía el gobierno en aquel año todavía un proyecto de transformación social en la mira? ¿O ya se había decantado desde antes por la senda autoritaria?

Las rupturas al interior del FSLN habían tenido lugar ya a mediados de los años noventa. Sin embargo, el distanciamiento de las bases con respecto al partido ocurrió de manera lenta y silenciosa. Al momento de la reelección, el FSLN encarnaba completamente una mezcla entre un planteamiento paternalista, caritativo y capitalista con un mantenimiento de retórica revolucionaria. No obstante, no debe pasarse por alto que fue sobre todo gracias al apoyo de Venezuela que el gobierno pudo impulsar generosos programas sociales. Ya en aquel entonces se alzó una crítica a dichos programas, proveniente ante todo de los cuadros políticos e intelectuales y a la que se sumaron voces internacionales, debido a su carácter meramente caritativo, que dejaba las estructuras sociales intactas. No obstante, muchas personas aceptaron láminas de zinc o raciones de alimentos y, agradecidas, se mantuvieron fieles al partido. En ese momento, aquell@s que hoy conforman la élite orteguista se empeñaron en impedir que una derrota electoral como la de 1990 volviera a ocurrir: debía evitarse a toda costa la pérdida del poder político, así como del acceso a recursos económicos. Por ejemplo, la ayuda de Venezuela dejó de ser administrada directamente por el Estado y pasó a ser tarea de entidades privadas: una invitación a llevar a cabo prácticas corruptas.

En 2018, la situación se agravó: el gobierno decidió reprimir brutalmente los amplios movimientos de protesta que se levantaron a lo largo del país. ¿Te impresionó el nivel que alcanzó la violencia estatal?

Las señales de una represión creciente se dieron ya hace algunos años, cuando el gobierno arremetió contra el movimiento de mujeres y, poco tiempo después, la policía y el ejército reprimió a campesin@s que se oponían a los planes de construcción de un canal interoceánico. La violencia no se empleó de manera aislada, sino coordinada en distintos lugares; no obstante, en mi opinión resultaba poco previsible lo que ocurrió en 2018, cuando se registraron enfrentamientos en las calles de Managua y la policía disparó contra estudiantes.

Los anhelos de democracia y transformación se convirtieron en su contrario: un sistema anquilosado, en el que se reprime toda forma de oposición. Dora María Téllez, a quien cité al comienzo, fue sentenciada por conspiración en un proceso judicial de carácter político. ¿Cuáles fueron los errores u omisiones de la izquierda internacional que contribuyeron a que la revolución tomara este cauce?

Nosotr@s debemos llevar a cabo una reflexión profunda acerca de lo que significa la solidaridad crítica desde una perspectiva de izquierda. Una condescendencia mal entendida frente a gobiernos de izquierda o que dicen serlo es, desde mi punto de vista, un error. La izquierda internacional debió posicionarse más claramente frente a Nicaragua ya desde los años ochenta, por ejemplo en cuestiones como los derechos de las mujeres, así como la participación política y los derechos de las minorías étnicas. Asimismo, es muy importante que existan actores que acompañen las acciones de la izquierda en el gobierno de manera solidaria, pero también con mirada crítica. Es por ello que la crítica principal debemos dirigirla a nosotr@s mism@s como izquierda internacional: en muchas ocasiones, simplemente cerramos los ojos. En vista de nuestra incapacidad de transformar algo aquí, en el Norte Global, proyectamos muchos de nuestros deseos en otros países: “que la liberación ocurra allá, nosotr@s la apoyamos”. Por ello es que la pregunta sobre los errores l@s sandinistas debe ir necesariamente acompañada de la pregunta sobre nuestros propios errores.

Entrevista: Moritz Krawinkel
Transcripción: Anna Pagel
Traducción: Benjamín Cortés

Publicado: 29. marzo 2022

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