El asesinato de Mohammed Mansour y su esposa al sur de la Franja de Gaza (en Jan Yunis), así como de Hossam Shabat al norte (en la ciudad de Beit Lahia) marca la continuidad del ya conocido modo de operar por parte del ejército israelí en contra de trabajadorxs de los medios, principalmente en Gaza, pero hasta cierto punto también en Cisjordania e incluso hasta en el Líbano. Según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), en el lapso de un año y medio por lo menos 170 periodistas perdieron la vida a causa de la violencia militar israelí, muchxs de ellxs premeditadamente. Otras fuentes manejan una cifra de más de 200 miembros del gremio asesinadxs.
Hossam Shabat no era un periodista común. Él tenía solo 21 años y había vivido ya muchas guerras cuando el 7 de octubre de 2023, tras los ataques de Hamás, la siguiente se desató sobre Gaza. En realidad, él no había concluído aún sus estudios de periodismo; al comenzar los bombardeos sobre Gaza, reportó acerca de la situación que ahí se vivía y, entre más se extendía el conflicto, Hossam se veía cada vez más en el papel de un reportero de guerra que corría de un lado al otro para dar cuenta de los brutales crímenes en la Franja de Gaza.
Como tantxs otrxs antes que él, el 24 de marzo Hossam perdió la vida a consecuencia de los ataques del ejército israelíEl 24 de marzo fue asesinado por el ejército israelí, como tantos otros periodistxs de Gaza antes que él; el objetivo evidente de estos asesinatos es impedir la cobertura mediática sobre los crímenes de guerra, tal y como condenó con severidad Annalena Baerbock, la todavía ministra de asuntos exteriores alemana, con motivo del día de la libertad de prensa, refiriéndose a la guerra de agresión rusa en contra de Ucrania. En aquella ocasión, ella afirmó que hay “gobiernos que intentan coartar la libertad de prensa y de información, impedir debates, propagar información falsa, intimidar periodistas o de plano desaparecerlxs.” Desde hace año y medio, uno de tales gobiernos también está asesinando periodistas de manera premeditada en Gaza. Baerbock agregó que lxs periodistas “son portavoces de las víctimas, que de otro modo no serían escuchadas ni serían visibles; ellxs documentan no sólo violaciones a los derechos humanos, sino también crímenes de guerra.” Justo esto hacía Hossan Shabat cuando decidió permanecer en el norte de Gaza sin su familia, poniendo en riesgo su vida para reportar diariamente sobre el genocidio. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Baerbock parece guardar silencio hasta el día de hoy sobre los asesinatos deliberados de periodistas en la Franja de Gaza.
Sin embargo, el asesinato de Hossam Shabat tiene otro detalle: desde el 7 de octubre de 2023, él contaba con más de 150 mil seguidorxs en X (antes Twitter), más de medio millón en Instagram y era corresponsal de la cadena Al-Jazeera; pero más que nada tenía el respeto de la población palestina, quien lo consideraba su portavoz y un testigo principal de lo que estaba ocurriendo en Gaza.
Incluso después de la expulsión de toda su familia a consecuencia de las órdenes de desalojo por parte del ejército israelí, él permaneció en el norte de la Franja de Gaza con el objetivo de reportar sobre la guerra absolutamente desenfrenada del gobierno de Netanyahu y, posteriormente, acerca de la limpieza étnica del norte de Gaza; él hizo esto aún a sabiendas de que varixs colegas ya habían sido asesinadxs. Su madre lo volvió a ver 492 días después, tras la entrada en vigor del cese al fuego. El 6 de octubre de 2024 escribió en un tuit en memoria de sus amigos Ismail Al-Ghoul y Hassan Hamad, ambos periodistas, asesinados por el ejército de Israel: “Yo les prometo que seguiré llevando la antorcha; descansen en paz, mis queridos Ismail y Hassan.” La gente de Gaza lo amaba, pues él irradiaba esperanza con su convicción y su trabajo; una esperanza de justicia, así como de la intervención del mundo en vista de los graves crímenes cometidos en el enclave. Una esperanza que hasta el día de su muerte permaneció incumplida. Para lxs palestinxs en los territorios ocupados y en todo el mundo, él se convirtió en un ícono por su valor y su disposición al sacrificio; para personas interesadas en el extranjero, en una fuente de información importante, mientras que para periodistas internacionales se convirtió en un colega apreciado.
Las reacciones a su muerte en las redes sociales traen a la memoria las manifestaciones de duelo, perplejidad y rabia que siguieron al asesinato de la periodista palestino-estadounidense Shireen Abu Akleh por parte de soldados israelíes el 11 de mayo de 2022 en Yenín. A diferencia de Hossam Shabat, quién murió a muy temprana edad, Abu Akleh, nacida en 1971, creció junto a muchxs otrxs en Palestina, muchos en Palestina habían crecido con Abu Akleh, quién nació en 1971.. Desde hace décadas y hasta el día de su cruento asesinato, ella reportó acerca de la ocupación ilegal y la violencia, frecuentemente poniendo en riesgo su vida. Para millones de palestinxs, su rostro en los medios era algo de todos los días, ella era representante de su voz.
También viene otra vez a la mente Wael Dahdouh: como jefe de la oficina de Al-Jazeera, él reportó desde el primer día de la guerra sobre la situación en el terreno; ya en octubre de 2023, Dahdouh perdió a su esposa, a dos de sus hijos (de 15 y 7 años) y a uno de sus nietos (18 meses). No obstante, Dahdouh siguió adelante. En diciembre, resultó herido durante un ataque israelí, y a pesar de ello no dio marcha atrás. Incluso después de perder a otro hijo en enero de 2024 –a su hijo Hamza, quien ya en edad adulta se desempeñaba igual a su padre como periodista para Al-Jazeera–, él continuó con su trabajo, aún sabiendo que este trabajo lo ponía también a él en la mira. Finalmente, él logró abandonar la Franja de Gaza para iniciar un tratamiento médico.
Desde entonces, Wael Dahdouh está intentando encontrar un camino de vuelta a una vida “normal” y aborda el genocidio desde fuera. En el mundo árabe y en Palestina hay muchos grafittis con su rostro, así como con el de Shireen Abu Akleh. Ambxs eran ya en vida íconos de la resistencia frente a la ocupación y se han convertido en símbolos del testimonio inquebrantable del genocidio en contra de la población palestina. Por este papel que tiene entre la población palestina, Dahdouh ha tenido que pagar un precio muy alto. Desde que dejó Gaza atrás, probablemente también para poner a salvo la vida de los hijos que le quedan, ha perdido considerable parte de la atención que el recibia ; puede decirse que fue silenciado también, pero con otros medios.
No obstante, esto de ningún modo afecta únicamente a periodistas. Desde el 7 de octubre de 2023, las fuerzas armadas israelíes han matado a tantxs profesorxs universitarixs y estudiantes, que las Naciones Unidas advirtieron ya en abril de 2024 sobre un “escolacidio”, es decir, sobre la destrucción deliberada de la educación superior y de sus académicxs. Un ejemplo especialmente conocido es el de Refaat Al-Areer, profesor de literatura inglesa, escritor y editor reconocido a nivel internacional, así como poeta e intelectual público en Gaza. Él intentaba empoderar a la gente joven para alzar la voz y transmitirle la confianza de que, ante todo obstáculo impuesto, pueden tener una voz. En el año 2013, editó una compilación de textos de escritorxs jóvenes bajo el título “Gaza Writes Back”; pocas semanas antes de su muerte a manos del ejército israelí en diciembre de 2023, publicó el poema “If I must die”, que desde entonces ha acompañado a las protestas globales en contra del genocidio en Gaza.
El asesinato de periodistas tiene evidentemente como propósito, entre otros, establecer un control sobre las noticias que salen desde Gaza y sobre lo que llega a manos de la prensa; sin embargo, al mirar la lista de lxs trabajadorxs de los medios, de lxs docentes de educación superior, de lxs escritorxs y de lxs artistas asesinadxs, se vuelve evidente de que se trata de mucho más.
Parece como si cada persona que cubre públicamente la función de dar a lxs palestinxs aunque sea un atisbo de esperanza en estos tiempos de tremendo horror, tuviera que ser silenciada: a través de la expulsión, mediante la detención y la tortura o de plano con la muerte. Aquellxs que fueron un modelo a seguir en la sociedad palestina y una inspiración para no rendirse a pesar de estar frente al abismo; aquellxs que fungieron como íconos de la resistencia… Todxs debían morir. Y no porque se hallaran en condiciones de despertar al mundo de su sueño profundo; no, el mundo ya ha dado la espalda a Gaza, tal como podía leerse en uno de los volantes israelíes arrojados recientemente sobre Gaza. Ellxs debían morir porque, a la vista de la sociedad palestina, su sociedad, opusieron resistencia frente al exterminio que la amenaza, frente a la erradicación de su cultura, de su historia y de su identidad como palestinxs. Ellxs debían morir porque el gobierno israelí cree que con ello puede lograr la total subyugación de la población palestina.
En su post de despedida, publicado póstumamente en X, Hossam Shabat exhortaba: “No dejen de hablar sobre Gaza. No dejen que el mundo voltee la mirada, sigan luchando y contando sus historias… Hasta que Palestina sea libre.”
Riad Othman trabaja desde 2016 para medico como asesor para Oriente Próximo desde Berlín. Anteriormente se desempeñó como director de la Oficina de medico para Israel y Palestina.