Ayuda bajo escombros

Pesadilla cotidiana

¿Qué hacen las organizaciones contrapartes de medico en Gaza? ¿Representa la ayuda todavía una posibilidad? Por Riad Othman y Chris Whitman.

Las fotografías recientes que llegan desde Gaza y a las que la opinión pública cada día se acostumbra más, muestran una realidad espantosa, cuasi distópica: en un paisaje lunar compuesto por edificaciones de concreto destruidas, en medio de escombros y a lado de calles arrasadas o entre dunas de arena sin infraestructura, una aglomeración de carpas y edificios en ruinas dan albergue a cientos de miles de personas. Entretanto puede hablarse de más de 30 mil muert@s, si un@ toma en cuenta las miles de personas que, al menos en parte, se encuentran sepultadas bajo los escombros y que no forman parte de las cifras oficiales de víctimas. A ellas se suman más de 67 mil herid@s, así como una destrucción deliberada y sin parangón del entorno vital de aproximadamente dos millones de personas. Según el medio digital hebreo Sicha Mekomit (“Diálogo Local”, en español), el ejército israelí no habría realizado consideraciones sobre posibles “daños colaterales” en muchos de sus ataques, y se tendría constancia de numerosos casos de negligencia grave, cuando no de ataques premeditados sobre objetivos civiles en los que no se habría registrado presencia alguna de grupos palestinos armados. Las cifras publicadas cada par de días por la Organización Mundial de la Salud o por la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA, por sus siglas en inglés), completan el panorama del sufrimiento en Gaza.

Al comienzo de la guerra, el ejército israelí confinó a la población palestina en supuestas “zonas seguras”. Cientos de miles de habitantes del norte de Gaza fueron forzad@s a huir de manera apresurada a ciudades ubicadas más al sur, como Jan Yunis, Rafah y Deir al-Balah, o a lugares como Al-Mawasi, una pequeña mancha entre dunas de arena sin servicio de luz ni agua, que entretanto se ha convertido en un refugio provisional para decenas de miles de personas. Sin embargo, estos lugares no son para nada seguros y las condiciones de vida eran, desde un comienzo, deplorables. En ninguno de ellos existe la infraestructura necesaria para abastecer a tant@s desplazad@s; el hambre, la enfermedad y la muerte, son las consecuencias de ello.

Verduras, un artículo de lujo

En medio de esta situación, descrita por muchas organizaciones internacionales de ayuda como una catástrofe humanitaria sin precedentes, las organizaciones contrapartes de medico realizan una labor extraordinaria. L@s colaborador@s de la Palestinian Medical Relief Society (PMRS) brindan primeros auxilios a las personas en los refugios hacinados; organizan la asistencia médica y se ocupan de pacientes con infecciones agudas o enfermedades crónicas como hipertensión o diabetes. Un colega de PMRS emprende el corto pero muy arriesgado viaje de Jan Yunis hacia Rafah, pasando por restos de vehículos civiles así como de ambulancias destrozadas por el ejército israelí, que obligan a estar atent@s. Las marcas que identifican a un vehículo como perteneciente a una organización de ayuda sanitaria brindan escasa protección.

Otro colega, que vive actualmente como desplazado en Deir al-Balah al norte de Jan Yunis, reporta no haber visto un solo vehículo de transporte de ayuda en semanas. “A principios de noviembre pasaban cada par de días, casi siempre con artículos de medicina y alimentos: barras de granola a punto de caducar, agua en pocas cantidades, pan duro. La mayoría de nosotr@s tuvo que invertir el poco dinero sobrante y muchísimo tiempo para poder encontrar algo más para comer y beber. La verdura fresca se ha convertido en un artículo de lujo”. Según otro colega de PRMS, los precios de los alimentos básicos han alcanzado cifras impensables: “un kilo de cebolla cuesta 140 shekel [35 euros], antes costaba 5. Hace poco pagué 12 shekel por un solo pan, es una locura. Antes 3 shekel alcanzaban para comprar 20 panes”.

Desde diciembre, la hambruna amenaza a cientos de miles de personas y amplias zonas de Gaza se encuentran ya en las dos fases más graves de la clasificación internacional para la inseguridad alimentaria. Antes de la guerra, llegaban a Gaza aproximadamente 550 vehículos de carga con bienes cada día; en las primeras dos semanas de la guerra, Israel impuso un bloqueo total que impactó también a la ayuda humanitaria. Desde comienzos de diciembre, la cifra oscila entre 75 y 230 vehículos de carga al día. Las filas de los mismos se extienden por muchos kilómetros y llegan hasta Egipto, avanzando muy lentamente debido a la falta de personal y a la falta de voluntad de l@s soldados israelíes.

La razón de esta escasez artificial, en opinión de much@s, salta a la vista: el gobierno de Israel parece querer castigar con ello a la población civil en su totalidad, para así empujarla a ejercer presión sobre Hamás. Esto no es una política nueva, sino parte de la misma lógica producida por 17 años de bloqueo. En estos momentos, la población recibe la ayuda necesaria para no morir de hambre o de deshidratación, pero no la suficiente para sentirse segura. Las personas se forman en fila a partir de las tres o cuatro de la madrugada para poder hacerse de una botella de agua, un pedazo de pan o ibuprofeno. En vista de la escasez abrumadora y el hambre, un acompañante permanente desde hace meses, much@s están recurriendo a medidas extremas: en el norte, las personas están moliendo comida para animales y a partir de ella producen una especie de pan; en el sur, la gente paga precios exorbitantes cuando la ayuda de los transportes de carga no llega a sus manos y pasa uno o dos días sin comer. Desde Gaza, escuchamos que las ollas comunes están repletas de personas hambrientas, a la espera de recibir una porción de arroz cocido.

No hay lugar seguro

Todo esto lo documenta Mohammed Zaanoun, fotógrafo y desde hace años parte del colectivo de fotógraf@s Active Stills, en el que trabajan sobre todo palestin@s y judí@s israelíes. Sus fotografías ilustran la vida cotidiana bajo la ocupación y el robo de tierras en Cisjordania, así como el bloqueo de Gaza; además, documentan movimientos de protesta, como las movilizaciones masivas en contra de la reforma judicial en Israel. Mohammed es desde hace muchos años el ojo del colectivo en Gaza. medico utiliza frecuentemente su material, por ejemplo en estas páginas. Al día de hoy, Mohammed ha sido desplazado en dos ocasiones; con su mujer y sus cuatro hij@s resiste cerca de la frontera con Egipto, atrapado entre tropas israelíes al este y el Mar Mediterráneo al oeste, como tan sólo uno entre más de un millón de palestin@s que entretanto se encuentran allí. Él nos cuenta: “Me cuesta mucho proveer a mis hijos de agua y alimentos. Kenan, mi hijo de dos años, no deja de pedir leche que no le puedo dar. Están traumatizados y reaccionan muy fuerte frente al ruido de las bombas y las explosiones. Frecuentemente me resulta muy difícil trabajar, pues mis hij@s no me dejan salir de la casa”. Mohammed ha tenido que rescatar a sus hij@s dos veces de los escombros tras ataques israelíes; su existencia, como la de Gaza en general, se encuentra en ruinas. Sin embargo, por lo menos él, su mujer y sus hij@s aún se encuentran con vida.

Secuestro y tortura

También Walid Al-Khalili, quien trabaja como conductor de una clínica móvil para PMRS, es afortunado en la desgracia. El también padre de tres hj@s desapareció en el norte de Gaza en el mes de noviembre, y durante mucho tiempo sus colegas se preguntaban si seguiría con vida. Semanas después, Walid reapareció. Según su reporte frente al Palestinian Center for Human Rights en Gaza, el ejército israelí lo secuestró mientras trabajaba como asistente médico y lo trasladó a Israel. En su reporte, Waldir relata maltratos graves, humillaciones y tortura; cuenta cómo un farmacéutico fue asesinado por un francotirador israelí y cómo se convirtió en testigo de la muerte de muchos presos en Israel. Tras 41 días, Waldir fue conducido junto con otros treinta palestinos hacia Kerem Shalom, el cruce fronterizo con Gaza, utilizado para el transporte de bienes. El 23 de diciembre pudo volver a Rafah y reencontrarse con su familia y sus colegas.

Dos plantas del Centro-PRMS para enfermedades no transmisibles en la Ciudad de Gaza han sido destruidos casi en su totalidad, incluyendo el laboratorio que PMRS construyó a lo largo de varios años con el apoyo de medico y del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo alemán, y que contaba con una capacidad de diagnóstico única en Gaza. Esta infraestructura era extremadamente importante pues, debido al bloqueo, el sector médico a lo largo de la Franja de Gaza se encontraba ya muy debilitado, mientras que las posibilidades de atención y diagnóstico más allá de los muros no son de libre acceso desde hace casi dos décadas.

Actualmente es incierto si PRMS y medico podrán volver a construir un centro con esas características. Sin embargo, la pregunta más apremiante para cientos de miles de personas es si algún día Israel les permitirá regresar al norte de la Franja de Gaza. Será sólo tras el cumplimiento de este derecho al retorno que se podrá hablar siquiera sobre un futuro para Gaza, el cual deberá comprender no sólo la reconstrucción, sino también el derecho a la autodeterminación. En estos momentos, no hay nada que apunte en esa dirección. El envío de ayuda médica desde Egipto, el apoyo de una olla común en Rafah, así como el suministro de bienes de ayuda en cantidades modestas al cada vez más despoblado norte de Gaza, es lo que nos queda actualmente, tanto a nuestras contrapartes como a nosotr@s.

Traducción: Benjamín Cortés

Como director de la oficina de medico en la región, Chris Whitman hace todo lo que está en sus manos para apoyar a l@s compañer@s en Gaza. Riad Othman lleva sus historias a la opinión pública en Alemania.

Publicado: 15. febrero 2024

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